Se tiran al suelo, nos hacen ojitos “Remi”, nos paran la trompra, rompen en llanto y… ¡corremos a verlos!
Muchas abuelas dirán que los dejemos llorar, que hagan pulmón pero ¿hasta qué punto debemos ceder como padres? ¿Nos toman la medida?
Es complicado el tema pues a todos nos desespera no tener todo inmediato, que no nos presten atención inmediata o que si nos sucede algo nos atiendan.
Hasta aquí parece lógico que nuestros hijos al igual que un adulto llore o se moleste porque no tiene lo que quiere pero debemos poner límites para que no nos tomen la medida.
Lo que yo he hecho es jamás gritarle, a mí, en lo personal, me aturden los gritos y creo que una persona no asimila con los gritos, tampoco le pego.
Lo que hago con Alonso es hablar y aunque esté pequeño sé que entiende y sé que aunque no lo asimile al 100 está aprendiendo a saber lo que no debe y sí puede hacer.
Por eso cuando comienza en un momento de llanto o estrés, le pregunto qué es lo que pasa y trato de solucionarlo si así continúa con el llanto o puchero lo dejo que llore pues él está eligiendo su estado .
Claro que si veo que le está o le está causando daño lo atiendo de inmediato.
Debemos medir nosotros hasta dónde los dejamos que hagan berrinche o que llorón o que den mimos de más, porque también pasa. Ninguna de las dos parte debemos dejar tomarnos la medida, si no debemos tomarnos el tiempo de conocernos y acoplarnos.
Nos leemos la siguiente…
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