jueves, 23 de octubre de 2014

Como si fuera la primera vez

Por Sonia Soto


Mi vida tiene un parteaguas que es el nacimiento de mi hija.

Una vez escuché que alguien decía que su hijo cumplía un año más, pero para ella fue como volver a nacer, así que era como si dos nuevas vidas se hubieran gestado.

Esta frase me dejó marcada y creo que encierra todo lo que significa tener a Ana Luisa conmigo.

En efecto, el nacimiento de ella trajo consigo mi renacer, se que parece muy rebuscado, pero es una situación simple: mi hija me ha enseñado a ver cada cosa con el asombro de la primera vez, por decirlo de alguna forma recuperé mi capacidad para admirar cada instante y detalles por muy pequeños que sean.

Conforme Ana crecía yo aprendía con ella, bueno sólo tiene cuatro años, los aprendizajes son muchos, pero creo que el que más valoro es esa capacidad de asombro que me ha regalado todos los días de estos hermosos cuatro años.

Ahora sí que el alumno superó al maestro y me refiero a ello porque como madres pensamos que
somos las responsables de enseñar, pero pocas veces nos preparamos para recibir lecciones de nuestros pequeños.

Los adultos en general tendemos a dejar de ver esos detalles que la vida nos da, el ajetreo, el trabajo, los quehaceres diarios, hacen que poco a poco perdamos esa capacidad de asombro que a los niños les sobra.

Tener un hijo es como esperar los regalos bajo el arbolito todas las navidades, dice una amiga, y creo que definitivamente es así, mi hija me ha demostrado que la vida son instantes de felicidad que te llevas en el corazón y que al pasar de los años te llenan de regocijo y alegría cuando los recuerdas.

Mi hija me ha enseñado a amar de forma incondicional, por ello creo que ahora admiro mucho más a mi madre, porque sé que daría todo por mí, así como yo lo daría por Ana Luisa… sólo por verla sonreír.

Por supuesto que no puedo olvidarme de aprendizajes como la paciencia, una capacidad que creo explotamos más en los primeros meses, la etapa más difícil para mí de un pequeño, porque no puede expresarte qué le sucede, es prácticamente una labor de adivina entender el por qué de su llanto.

Como dije en el post anterior el instinto nos ayuda mucho, pero mientras aprendemos a hacerle caso sufrimos mucho, en ese sentido me siento también afortunada, siempre tuve a mi madre enseñándome todo lo que sabía y dándome un abrazo, de esos que alivian mágicamente cualquier preocupación o dolor.

Al principio este cambio en la vida es complicado de asimilar, sobre todo porque pierdes independencia y dejas de estar en el primer lugar de tus prioridades, pero hay una palabra mágica que te libera de todo malestar: ¡Mami!

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