viernes, 31 de octubre de 2014

Simplemente llegaste… no te conocía y ya nos amábamos.

Por Elizabeth Gallegos*




Era una cita de rutina, una mañana acelerada -como siempre en mi vida- un chequeo médico que me dejó atónita cuando la especialista dijo: “cigüeña a bordo”, abrí los ojos y dije “¿qué?”. En ese instante la tierra se cimbró para mí. Ahora entiendo, Nicolás es un volcán en erupción.

Otro sorprendido en esta historia, además del papá, fue el ginecólogo, pues al realizar el ultrasonido en la primera cita constató que era niño y que tenía casi 4 meses de gestación.

Siendo sincera mi corazón lo sabía todo desde meses atrás, él jamás se equivoca.

Ahora, a hacer planes, los primeros en conocer la noticia fueron mis suegros queridos y por supuesto mis papás, que sin ellos  no estaría aquí y mi pequeño de 3 años no sería tan fuerte y sano como lo es.

Aunque en mi interior la conexión entre mi pequeño y yo era fuerte, conforme transcurrían los días las dudas se intensificaban. ¿Nos casamos, sí o no? Y pues sí. Leopoldo y yo decidimos que nuestra familia estaba completa con la llegada de  Nicolás. Los preparativos nos dejaron exhaustos, pero el gran evento estaba por venir. La unión de amor y la integración de nuestra nueva familia valían la pena.

Desde que Nicolás llegó a nuestras vidas, el día, los meses y los años son de pisa y corre, de lunes a viernes la vida laboral me come, pero trato de equilibrar mi tiempo y emociones con mi hijo, incluyéndolo en mi mundo, platicando sobre cómo le fue en el día, qué comió, qué actividad realizó, y mi hijo siempre tiene una sola pregunta para mí: “¿Eres feliz?” Y mi respuesta es “sí amor, te tengo a ti”.

No permito que el sentimiento de culpa me llegue pues el fin de semana lo compenso, dedicándoselo completamente.

Ser mamá no es tarea fácil, la labor de educar para construir reglas y transmitir valores que ayuden a nuestros hijos a su desarrollo y formación es maravillosa, porque sabrás que estás formando hombres y mujeres de bien.

Y aunque a veces estés tirando la toalla –literal-  vale la pena vestirte de súper héroe con una capa improvisada de lo que encuentres a tu paso, por ver su cara de sorpresa y escuchar su risa de travesuras.

Vale la pena cuando acaricias sus manitas, lo contemplas y es igual a ti. Obvio con algunos genes de papá, pero lo que más me motiva y disfruto es compartir  sus logros en la etapa preescolar, donde se quiere comer el mundo a mordidas.

Hoy, puedo decir bienvenida la maternidad a mi vida y porque a los casi 40 también da miedo ser mamá, reconozco que soy una mujer plena, feliz y agradecida con la vida por haberme dado el amor de dos hombres maravillosos: mi hijo Nicolás y mi esposo.


*El periodismo y las relaciones públicas rigen mi vida laboral, mi historia de vida se construye de la mano de mi familia ¡Amo ser mamá!

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