miércoles, 15 de octubre de 2014

Estoy embarazada ¿y ahora?

Por Merle Guadarrama

Miedo fue la primer palabra que se me vino a la mente. El temor a lo desconocido  impero en mi ser, lo cual me causó un doble sentimiento (culpa y alegría).

Preguntas como: ¿qué voy a hacer? ¿Seré buena mamá? ¿Podré hacerlo? ¿Mi bebé me amará ya tan pequeñito?

Cada una de estas cuestiones se resolvieron día a día, el miedo no; ese predominó  hasta después de los tres meses.

Era un tema que a mi edad no tenía planeado y por consecuencia no sabía cómo abordar. Lo primero que hice fue compartirlo con mi pareja, pues consideré que ese temor tenía que ser de los dos para poder convertirlo en una gran alegría y así fue.

Lo invité a cenar y con una sorpresa le di la noticia, su rostro fue de alegría y anhelo, eso me ayudó mucho, me abrazó y me dijo: ¡Gracias por darme un  pedacito de nosotros!

Esas palabras me tranquilizaron ya que si a ustedes nos les pasó o están en esa situación, el miedo que uno siente a lo desconocido, a los cambios es normal y a la vez se siente una culpa por sentirlo porque es una vida y no sólo eso, es la vida de tu bebé.

Después del paso de los días lo que siguió fue decirle a la familia iniciando con la abuela, mi madre y gran apoyo, ella fue la más feliz. Así uno a uno de los integrantes de la nueva familia de (Alonso, mi bebé) se fueron enterando y todos coincidieron en una gran alegría; decían: serás una gran mamá.

Palabras de aliento, gestos, caricias y el hombro de cada uno me ayudó a ir superando ese temor a lo desconocido. Pero les decía que este sentimiento estuvo en mí hasta los tres meses y es que este miedo llegó cuando me dijeron que tenía problemas de retención en la matriz y que podía perder al bebé. Ese momento fue el peor momento de miedo y angustia que he tenido en mi vida.

¿Qué hice? Decirle a mi bebé que él no tuviera miedo, que yo estaba con él y que me ayudara a luchar por él, por nuestra vida juntos. Él con su gran fortaleza me demostró que ese miedo sólo nos quitaba fuerzas para conocernos y compartir nuestras vidas. Fue la primer gran lección que aprendí de mi hijo.

Las preguntas que me hice al principio se han ido resolviendo y se irán resolviendo día a día. ¿Qué si me ama aunque sea tan pequeño? Ahora sé que sí cada vez que me dice: ¡MAMÁ!

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