martes, 14 de octubre de 2014

¿Preparada para ser mamá?

Por Claudia Castro

Llevaba algunos meses queriéndome embarazar y no´más nada. A finales del 2012 platiqué con mi esposo y acordamos que antes de que se convirtiera en un deseo frustrado, dejaríamos ese tema por la paz y nos refugiaríamos en la idea de que los tiempos de Dios son perfectos y el bebé llegaría cuando tuviera que llegar.

Empezó 2013 y un día mientras escribía la nota del día siguiente, caí en cuenta que llevaba algunos días de retraso. Repasé cómo me había sentido los últimos días y enseguida supe que estaba embarazada.

Corrí a comprar la prueba de embarazo, los nervios estaban a todo lo que daban. Salió positivo, mis manos y piernas temblaban, sabía que era cierto porque tenía los síntomas, pero no lo podía creer. Tan no lo creí que se lo dije a Juan Manuel, mi esposo, hasta el día siguiente.

Al otro día volví a hacerme otra prueba. ¡Es que de verdad no lo creía!... Para cuando Juan Manuel regresó del trabajo se topó con un regalo que le había dejado en su buró. Contenía una mamila con la prueba de embarazo y una carta.

Apenas lo abrió no pudo contener las lágrimas y obviamente ¡yo menos! Nos abrazamos, lloramos y lloramos y lloramos… Entre que somos sensibles, cursis y la noticia simplemente nos volvía locos porque creímos que tendríamos que esperar otro rato antes de ser papás, ese día se convirtió en uno de los mejores de nuestras vidas.

Y aunque fue un bebé deseado, también la noticia me llenaba de muchos nervios. Me daba mucha emoción pensar en su llegada, pero a la vez me llenaba de dudas y temores sobre si sería una buena madre, si estaba preparada para tener a un bebé entre mis brazos.

Sinceramente creo que me convertí en mamá en el mejor momento de mi vida. No porque estuviera preparada para serlo (hoy mismo me pregunto si lo estoy), sino porque tenía plena conciencia de querer ser mamá.

Disfruté desde ese primer momento en que supe que un pedacito de mi esposo y mío crecía dentro de mí, hasta los antojos, los achaques, las apapachadas que yo misma me daba dándome el lujo de dormir cada que podía o tomar un baño caliente.

Disfruté ver crecer mi panza, acariciarla hasta decir basta, tomarme fotos, las visitas al ginecólogo y que la doctora me dijera que todo iba perfecto, enterarme que sería mamá de un niño y preparar su llegada, las atenciones y cuidados que tenían mis compañeros y jefe, y hasta podernos estacionar en lugares para embarazadas, jajaja!

Fui tan feliz mientras lo sentí crecer dentro de mí, pero creo que aún así no se compara con ver sus ojitos, besuquearlo, cargarlo, escucharlo reír. Son etapas distintas y uno tiene que soltarse a disfrutar. Ser la mamá de Mateo ha sido la bendición más grande de mi vida y aunque cada día saltan nuevos temores, en ninguna otra etapa de mi vida había sentido esa confianza en mí misma para pensar que puedo enfrentarlos y vencerlos.

3 comentarios:

  1. me encantó!! lloré creo que todo el artículo!! jaja.. un besote a los tres

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  2. Muchas gracias Ceci, qué bueno que lo disfrutaste!! Es recordar y emocionarse otra vez! Beso para ustedes también!!

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