lunes, 20 de octubre de 2014

Las enseñanzas de mi hijo

Por Ceci Torres


Este texto me ha llevado mucho más tiempo del que pensé y es que cada que quiero escribir una cosa, se me vienen mil más. Creo que tendría que publicar tres semanas el tema para más o menos terminar. En fin, decidí resumir lo más que pude:


Predicar con el ejemplo
¡Cuántas veces no hemos escuchado esta frase! Pues yo le di significado hasta que Diego llegó a mi vida. A veces uno va por el mundo haciendo cosas como decir groserías al volante, expresarse de cierta forma, explotar fácilmente, pero cuando caí en cuenta que todo eso lo aprende y se le queda, entendí que ellos son nuestro espejo.

De ahí la importancia de hacernos conscientes de nuestros actos (cosa que por supuesto no es sencillo) pero que vale la pena detenerse día a día a revisar para poder modificar lo necesario y darles el mejor ejemplo que podamos darles.

Por ejemplo, enseñarle a decir buenos días, por favor, gracias, abrazar a un árbol, meditar, entender que los animales sienten, respetarse a él y a los demás es algo fundamental para hacerlos mejores seres humanos y por supuesto serlo uno también.


Disfrutar cada momento y vivirlo con inocencia:
En lo personal esta enseñanza me ha cambiado la visión de la vida.

Hoy, estoy segura que no importa la edad que tengamos si todos los días nos damos a la tarea de agradecer lo que tenemos y de sorprendernos con lo que la vida nos muestra.

Diego me enseñó que las cosas materiales o situaciones que creía que eran una bomba no tienen el mismo sentido al lado de una carcajada de él porque “me desmayé” y él va a ser el doctor que me atienda.

Qué importante es darle el valor que realmente tienen las cosas y ellos son lo más importante, vale la pena darse el tiempo para disfrutarlos y hacérselos saber.


El amor incondicional
Éste ha sido mi mayor aprendizaje. Entender y sentir algo mucho más grande de lo que jamás pude imaginar.

Desde que Diego crecía en mi panza, el hacer cosas que muchos pensarían que son de locos, como ponerle música, inventarle canciones, platicar con él, llorar de emoción al escuchar sus latidos y salir extasiada después de cada ultrasonido.

Hoy a sus tres años lo veo sonreír, crecer, enojarse, dormir y ser parte del mundo y mi corazón me dice que todavía se puede sentir más. Aprendí que soy capaz de amar pura e incondicionalmente con una sola mirada o pensamiento y esa sensación no se cambia por nada en el mundo.

Le doy gracias a Dios todos los días por seguir aprendiendo a su lado, por poder disfrutar y amar cada momento de mi vida, por darme cuenta que tengo aún mucho por aprender, pero que de la mano de Diego y de Jorge, mi esposo, podemos seguir sorprendiéndonos, riéndonos y agradeciendo todas estas oportunidades.

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