viernes, 31 de octubre de 2014

Tres hijos… ¿Una locura?

Por Fabiola Tahuilán*



Sí, tengo tres hijos. Sé que algunos pensarán que los tiempos actuales no son apropiados para alimentar tres bocas, brindar educación y bienestar a los tres por igual, pero lo que sí sé es que los tiempos y designios de Dios son perfectos y los tres forman una bella armonía en mi vida complementándome cada uno con sus cualidades y habilidades muy particulares.

En marzo próximo cumplo 13 años de convertirme por primera vez en madre. Un camino que al principio me dio tanto miedo como a casi la mayoría de primerizas, pero ahora miro atrás y comprendo que no era difícil. Bueno, no tanto.

Cuando veo  ahora a quienes se están estrenando como padres o están próximos a serlo, me entra una gran nostalgia, porque ¿saben? Nunca es suficiente decir “disfruta tu embarazo” o “el tiempo pasa rápido, crecen tan pronto”. Uno siempre siente que quedó algo pendiente.

La mayoría de las veces las preocupaciones y las ocupaciones cotidianas, aunadas al tiempo que se va volando no nos permiten disfrutar algunos instantes que no se volverán a repetir.

A mí me ocurrió con mi hija la mayor. Al termino de mi incapacidad me incorporé nuevamente al trabajo, tuvimos que organizarnos mi esposo y yo para dejar a la niña con su abuelita y que ella cuidara de la pequeña; transcurrió el tiempo, apenas recuerdo con tristeza cuando mi mamá me llamó al trabajo y me dijo: “Hija,  Aranza ya dio su primer paso”.

Se me hizo un nudo en la garganta y sentí impotencia de haberme perdido ese momento tan importante e irrepetible. Pero bueno, como dicen, algunas cosas por otras y en ese instante de mi vida era imposible que yo me dedicara de lleno a cuidarla.

Afortunadamente cuando tuve a mi segunda hija, Valeria, platiqué con Luis, mi esposo y le expuse que yo quería verlas crecer, así que decidimos que era el momento de retirarme temporalmente de trabajar.

Me gustaba mucho mi trabajo, tenía el reconocimiento de mis jefes, pero en ese momento mis prioridades eran otras.

El tiempo pasó y creyendo que nos quedaríamos con las dos niñas, llegó a nuestras vidas Luis Gustavo, el más pequeño, y bueno, una experiencia diferente a las anteriores ya que por ser hombre son distintos los cuidados que se deben tener.

En la actualidad tienen doce, nueve y siete años. Cuando volteo atrás, me pregunto cómo le hacía para atenderlos cuando eran pequeños, cuando dependían de mí para todo  desde comer, bañarse, vestirse etc.

Cuando  la gente me dice, “¡Qué locura! ¿Cómo le haces con los tres para la tarea, atenderlos, educarlos, lidiar con sus diferentes formas de ser?”, lo tomo de lo más normal porque estos años me han servido para entender que cada uno requiere su espacio, su tiempo y hasta una forma diferente de mostrarles mi amor.

Sólo el tiempo dirá si estoy haciendo un buen papel como madre. Por el momento me dedico a aprender de los errores de los demás para no cometerlos con mis hijos, tratando de guiarlos por el buen camino, pero sobre todo dándoles mucho amor por que, como diría mi madre, “¡Por la buena todo se puede!”.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario