sábado, 29 de noviembre de 2014

¡Gracias a la vida!

Por Mario Bárcenas*




Desde niños nos enseñan a asombrarnos con lo que el universo en el que vivimos nos muestra. Nos sorprendemos durante nuestra vida de diversas maneras; tanto positiva como negativamente: desde los regalos de Navidad, con la naturaleza, las estrellas y los viajes, pero con el paso del tiempo vamos perdiendo como adultos la capacidad de asombrarnos, vamos perdiendo la magia, a mi parecer por el hecho de que en un mundo tan agitado, loco y absurdo, vemos día tras días injusticias, violencia, burlas, vamos poco a poco perdiendo la fe.

A veces no nos detenemos a ver lo realmente bello de la vida y lo más mágico en este mundo: nuestros hijos.

Junto con mi bella y hermosa mujer, compañera, cómplice y amiga Alba, hemos formado una hermosa familia, la cual supera cualquier expectativa previa que hayamos imaginado o soñado.

Tenemos dos hermosos hijos, Emiliano el mayor de 3 años y Carlo de 1. Estas lindas criaturitas, nos muestran día con día lo más bello de este mundo y lo más importante para nosotros… verlos crecer.

Hoy doy gracias a la vida y a Dios por la oportunidad de presenciar el desarrollo de dos seres extraordinarios. En este andar he contribuido a superar algún miedo de mis hijos, a desarrollar alguna habilidad, desde lavarse los dientes, hasta caminar. Somos testigos de los primeros pasos de un ser humano, formamos parte fundamental del destino que la vida y ellos vayan a tener como individuos en este nuestro mundo.

Partiendo de eso, quisiera compartirles algunos consejos:

1. Como padres al final lo único que les dejaremos a nuestros pequeños es la educación en cualquiera de sus formas. 
2. No podemos fomentar de ninguna manera la violencia. 
3. Enseñar a ser reflexivos y tener gran comunicación con ellos. 
4. Nuestra única tarea de todos los días es obtener sonrisas y alegrías de nuestros hijos. Con ello pienso que fortalecemos su ánimo, su carácter y sobre todo que se sientan amados. 
5. Poner límites, explicando siempre las consecuencias, pero jamás limitarlos diciéndoles: no puedes, seguridad ante todo. 

Le doy gracias a la vida por mis pequeños, los amo con todo mi ser, quiero principalmente que sean felices, no importa el camino que elijan, simplemente ahí estaremos sus padres para apoyarlos. 

Tengo muchos sobrinos, pero con el paso del tiempo he adquirido muchos más y doy sus nombres: Manuelito, Alejandro, Mateo, Max, Victoria y Marcelo. Ellos hoy forman parte de mi familia, son amigos, primos, incluso hermanos de mis hijos. Han mostrado su cariño de la manera más desinteresada posible que puede existir entre los seres humanos. El cariño que de ellos emana, sin duda es simplemente maravilloso y admirable.

Afortunadamente he ganado grandes amigos, los padres de estos hermosos niños que nos permiten convivir, disfrutar, asombrarnos de sus pasos rápidos y agigantados. Los pequeños que acabo de mencionar tienen algo en común, son seres hijos de gente de bien, trabajadora, sincera y que valoran demasiado el valor de la amistad y el cariño.

Que hermoso es agregar a tu familia, este tipo de personas, que sin duda de manera directa influyen en mis hijos, para que sean felices, buenas personas y educados.

Seguramente no todo es bello, pero la vida nos regala todos los días la oportunidad de cambiar, de ser mejores, ya sea por nosotros mismos o bien porque tenemos la bendición de ser padres.

Por esto, muchas gracias a la vida, gracias a ti Dios.


¡Que Dios los bendiga!


*Padre, Contador con especialidad en Finanzas, proyectos de inversión e Iso. Director de Operaciones y Gerente de Ventas en el área de la Salud.

viernes, 28 de noviembre de 2014

Lo rápido que pasa el tiempo

Por Chuy Cruz*


El 3 de Noviembre cumplí 16 años de ser mamá. Tal vez muchos piensen que había tiempo de sobra para esperar a terminar mi carrera para poder comprometerme como madre, lo cierto es que ser mamá en ese preciso momento ha sido lo mejor que me ha pasado, gracias a eso soy la persona que soy ahora.


Tuvimos retos que enfrentar y gracias a ellos aprendimos demasiado. Mi bebé llegó a iluminar mi vida, aprendí a organizarme mejor y a valorar lo que es ser mamá y a estudiar al mismo tiempo, partir de cero hasta poder sumar éxitos.

Hijo eres mi compañía, mi amigo y algunas veces confidente. Sé que poco a poco entenderás lo que tus padres hacen por ti, ¡así somos todos los papás!

Y todo lo que hacemos es por amor. También nos equivocamos y como te dije algún día, cuando no logremos entenderte, expresa con tus propias palabras lo que necesitas que nosotros estamos siempre ahí para escucharte con atención.

Desde hace 3 años escribo en un blog personal Mamá Extrema, aprovechando los conocimientos de la licenciatura y el aprendizaje que deja ser mamá, mi hermano me propuso iniciar con este proyecto que me ha dejado demasiadas satisfacciones, estar sumergida en temas importantes sobre crianza y educación infantil, me he hecho una mamá más dedicada y preocupada por conocer cada día más al respecto.

Estoy cumpliendo un año con Disney Babble compartiendo mis temas y acumulando experiencias para seguir aprendiendo y creciendo como Editora.

Hace unos días me invitaron a formar parte del Stream Team de Netflix México para recomendar su programación, compartir recetas saludables apoyadas con Mariana Ginsburg y difundiendo un tipo de entretenimiento sano para nuestro hogar.

Gracias a este tipo de trabajo he tenido la fortuna de conocer a excelentes blogueras, mujeres admirables y muchas de ellas mamás con calidad y esto en la actualidad no es común encontrar.

Y ahora estoy más que contenta por poder ser invitada en Charlas de Mamás para que me conozcan y podamos intercambiar puntos de vista que nos sirve de apoyo para desarrollarnos como mujeres, esposas y madres.

No contamos con un manual donde nos indiquen que hacer o como actuar ante la vida, nuestros hijos son diferentes, las situaciones en donde nos desarrollamos también, así que vamos a cometer errores y estos nos dejarán buenas enseñanzas, así que quisiera tener con quien hablar el mismo idioma y aprender unas de otras.


*Mi nombre es Chuy Cruz, soy mamá de un joven de 16 años y una nena de 7, estoy cumpliendo 17 años de casada y estudié la Licenciatura en Educación Preescolar.
Te invito a que me contactes directamente al Blog Mamá Extrema, Twitter @MamaExtrema, FB Mamá Extrema y correo: mamaextrema@gmail.com

Cuando conocí la maternidad

Por Rocío Pizaña*




Nunca tuve tanta ilusión como cuando supe que venía en camino. Nunca me sentí tan tranquila como cuando escuché los fuertes y a la vez frágiles latidos de su corazón por primera vez.

Nunca sentí tantas "mariposas en el estómago" como cuando sus primeras pataditas golpearon mi vientre y nunca me sentí tan impaciente como cuando veía pasar la semana 36, 37, 38 y sabía que en cualquier momento llegaría.

Nunca creí sentir tanto miedo como cuando la pusieron por primera vez en mis brazos, ni tampoco cuando salí del hospital y vi el mundo tan grande para mi hija tan pequeña.

Nunca sentí tanto orgullo como cuando vi que con esfuerzo me dirigió una mirada por primera vez.

Nunca me sentí tan frágil, tan mujer, tan desnuda al mundo como cuando me convertí en madre. 

Ahora que soy vanidosa y presumo primeras sonrisas, muecas, dientitos y primeras veces de todo de mi hija créanme que puedo asegurar que nunca había amado como amo desde que ella existe.

Ahora amo como madre porque cuando conocí la maternidad fue como sí me hubiesen dado un soplo de vida y comenzó cuando vi pasar a una enfermera cargando su pequeño cuerpecito. Todo valió la pena por ese momento -es mía, es tan indefensa y es mía- pensé.

Atravesé por todos los sentimientos a la vez: miedo, porque ser madre es sentir responsabilidad de la vida de alguien más, incredibilidad, porque el simple milagro de la vida merece este sentimiento, amor propio, porque nunca me sentí más útil que cuando esa mujercita hambrienta buscaba mi seno materno con desesperación. 

Estoy segura que todas las buenas madres nos sentimos así cuando conocemos a nuestros hijos y aunque ese momento sea por mucho el más doloroso de nuestras vidas; más de una mamá -incluyéndome- ha dicho: "quisiera volver a estar ahí".


*Soy una Nutrióloga en estado de pausa viviendo la maternidad con mucha entrega y amor.


jueves, 27 de noviembre de 2014

¿Qué hago?... ¡Mi hijo aún no deja el pañal!

Por Sonia Soto Maya




Casi estoy segura que todas las mamás primerizas hemos sentido que algo no anda bien cuando comparamos el desempeño de otro niño con nuestro hijo, no importa en qué sentido, creemos que estamos haciendo algo mal.

Así me sentí luego de que Ana Luisa entró a la guardería y Miss Evelyn me pedía que le llevara varias mudas de ropa, porque comenzaría el entrenamiento para dejar el pañal; mi hija tenía aproximadamente un año y medio.

No fue nada sencillo, ni para Ana Luisa, ni para mí, entre que casi nunca alcanzaba a avisar y que yo no sabía qué hacer para apoyarla, eran momentos en que estuve a punto de ponerme a llorar.

Poco después, la maestra me la entregó con pañal y cuando habíamos empezado el entrenamiento se lo quitó para que comenzará a sentir la sensación de no tener la protección de un pañal.

Me extrañó mucho y le pregunté que qué pasaba. Su respuesta fue como un balde de agua fría para mí: Ana Luisa no estaba suficientemente madura para comenzar a dejar el pañal. Sin embargo, comenzó a explicarme que cada niño se desarrolla a su tiempo y que no era su momento.

La mayoría de sus compañeros comenzaban a controlar esfínteres, pero Ana no y sentí que estaba haciendo algo mal ¿por qué mi hija no podía ir al mismo ritmo que los demás niños?

Me costó trabajo entender que la comparación no sólo te afecta a ti, afecta también a los niños porque comienzas a forzarlos a realizar actividades para las que no están preparados; y sí, es bien cierto que cada niño tiene su tiempo y su desarrollo no tiene porque ser parecido al de otro niño, ni siquiera porque tengan la misma edad.

Llegó una nueva etapa de entrenamiento en la que Ana Luisa entraba y salía del colegio sin pañal, poco a poco comenzaba a avisar con más tiempo, y el pañal se reducía a las noches. Para este momento Ana ya tenía dos años.

Pronto mi hija ya no utilizaba pañal y supe que esa frase de “todo a su tiempo” era una maravillosa verdad. 

¿Qué les puedo compartir de esta etapa? Tengan mucha paciencia, porque los niños se mojan y si ven una mala cara pueden dejar de intentarlo.

No importa cuántas veces tengan que cambiarlos, no se enojen, ni griten, en estos momentos más que nunca ellos necesitan seguridad, y ¿de quién mejor que de su mamá? Háganles saber que los apoyan y que siempre estarán ahí, aunque estén mojados.

Es muy importante que si van a la guardería apoyen a las maestras con el entrenamiento, es decir, en la escuela de Ana Luisa muchas mamás saliendo de ahí les ponían el pañal a sus hijos, porque se iban a orinar en el coche, tomen otras precauciones, pero no le den señales contrarias al niño: sólo en la escuela no se usa pañal, en el carro sí.

¿Cuándo deben dejar de usarlo? Muchos pediatras dicen que a partir del año y medio comienzan a tener la capacidad para avisar, sin embargo, como en mi caso, no se casen con esa idea, dejen que fluya, no se estresen, ni los estresen, denle, "tiempo al tiempo”.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Mitos y realidades del chupón

Por Merle Guadarrama




Iniciaré con la frase de: "Todo en exceso es malo". 

Y sí, consulté al pediatra y a la psicóloga para obtener  una respuesta respecto a si es bueno o no el uso del chupón y poder contárselas y ambos coincidieron en que todo es con medida. 

Me quedé igual que ustedes. Y por eso traté de que me justificarán su respuesta. 

El pediatra, mi gran guía me dijo que es bueno usar el chupón sólo para entretener para que concilie el sueño y después retirarlo mientras que la psicóloga, Cinthia Godínez, coincidió en que sólo lo use mientras lograr dormirse pues es el "reemplazo" de la madre como la famosa "mantita". La conocen, ¿no? Esa que hay bebés que no sueltan ni para dormir. 

¡Ah! Pero también consulté a mi dentista y me dijo que el uso excesivo del chupón sí puede interferir en el mal crecimiento de los dientes, porque hay bebés que si no lo retiran a tiempo (18 meses) o que si lo usan todo el día y muerden y, de esta manera hacen mucho esfuerzo por morderlo o succionarlo y sí puede causar un problema. 

Y  bien, les puedo decir que Alonso lo usa muy poco y que no lo busca y que tampoco es necesario para que duerma. Considero que nosotras les generamos los buenos y malos hábitos. 

Así que si los hemos educado a que usen el chupón también podemos enseñarles a que éste sea esporádico. 

lunes, 24 de noviembre de 2014

Llegó la hora de gatear

Por Claudia Castro




A los 6 meses Mateo había comenzado a gatear. Motivado en gran medida por mis perros: siempre quiere alcanzarlos y se ataca de la risa cada que los otros logran escapársele. Así que estos juegos fueron el detonante principal para poner a prueba sus habilidades motoras.

He leído que la edad en la que los niños empiezan a gatear es entre los 6 y los 10 meses, pero evidentemente entre más cuenten con factores externos que los estimulen, a más temprana edad lograrán desplazarse por sí mismos.

Sin embargo, si me parece súper básico insistirles en que cada niño tiene sus tiempos y uno como papá tiene que respetarlos. Es algo indispensable para que pueda desarrollar la confianza en sí mismo.

Así que si su bebé no ha empezado a gatear,  les dejo algunas consideraciones:

1. Los bebés empiezan a gatear cuando han adquirido la suficiente fuerza en su cuellito, cabeza, brazos y piernas, como para comenzar a desplazarse. Algunos bebés comienzan por moverse sentados o gateando hacia atrás.

2. Hay bebés que se saltan la fase del gateo y pasan directamente a la de caminar. Esto ocurre principalmente porque pasaron poco tiempo boca abajo como para practicar el ponerse en “cuatro patas”.

3. Lo peor que pueden hacer durante este periodo (como en todos) es comparar. ¡Olvídense que si los amiguitos de su hijo comenzaron antes a gatear y ya hasta caminan! Debemos tener claro que cada uno tiene su tiempo y respetarlos en ese sentido es permitirles madurar cada etapa promoviendo un desarrollo sano y feliz.

Ahora, como mamás y papás en general, si hay algunas cosas que podemos hacer para motivarlos.

1. Ponerlo con la pancita abajo le ayudará a ir ganando fuerza en la espalda y el cuellito. Si bien esta postura se nos dice que evitemos por la muerte de cuna, despierto y bajo nuestra supervisión, podemos ponerlos por ratitos boca abajo.

2. Hay juguetes que se desplazan, incluso con musiquita, para que los bebés busquen alcanzarlos. Son una excelente opción para este momento. Podemos ponerles almohadas en el suelo a manera de obstáculos y de protección.

3. Los niños todo aprenden con el ejemplo. Así que mamás y papás, ¡a gatear! Verán cómo se divierten junto a sus bebés con este ejercicio y ellos aprenderán sólo con verlos. Pueden jugar a perseguirse, a las carreritas…

4. Los tapetes de fomi son ideales para este momento y eso sí, a quitar de su alcance todas las cosas que puedan representar un peligro.

A pesar de que cada uno tiene su ritmo para desarrollarse, si no notas ningún interés en moverse, ya sea arrastrándose, apoyándose en los antebrazos, rodándose o impulsándose, lo mejor es que consultes con tu pediatra.

Y si ya está gateando, no desesperes por verlo caminar. Cuando menos te lo esperes, ¡no sólo caminará sino que a ti te pondrá a correr!






domingo, 23 de noviembre de 2014

Los abuelos ¿Consentidores de más?

Por Ceci Torres




¡Qué buen tema fue lo que pensé cuando leí el título de mi artículo! Luego pensé, es un gran tema, ya que puede ser positivo o no, depende del niño, del abuelo y obvio de los papás.

Les platico mi historia. Yo tuve la fortuna, como ya les he platicado, de que mi mamá fue la valiente que se animó a decir ¡sí! Sí a cuidar a Diego desde los tres meses que me correspondía regresar a mis labores profesionales y sí, estoy sumamente agradecida porque la verdad es que el amor de abuela es único y nada me daba más tranquilidad que dejar a mi bebé en manos de mi madre.

Creo aún que los abuelos son las segundas personas después de los papás que pueden hacer ese gran papel, peroooooo es ahí donde entra el tema del consentimiento. ¿Es exceso, es normal, maleducan o qué onda con esto?

Bueno, pues creo que como todo en exceso es malo, pero también me parece que sólo ellos pueden y tienen el papel de consentir a los nietos, pero ¿hasta qué punto uno sabe que es demasiado?

En mi caso confieso que a veces es un tema que sí me hace hacer entripados, pues mi mamá jamás le da por respuesta un "no" a Diego, cosa que considero no es nada bueno. Los niños necesitan conocer los límites, los necesitamos todos para sobrevivir y encajar dentro de una sociedad y si no se los ponemos desde pequeños, en un futuro los que van a sufrir más son ellos. 

Honestamente para mí ha sido un tema de tener que sentarme con mi mamá y platicar con ella de la mejor forma. Explicarle que si dice que sí a todo no es bueno para él, que si lo ama y tienen una relación tan linda me ayude a decir algunas veces que no y que ese no es por su bien, siempre explicándole por qué es lo mejor para él.

En realidad creo que debemos poner una balanza en todo y los abuelos no deben ser la excepción. El que los consientan y los dejen hacer algunas cosas o comer en algunas ocasiones postrecitos o "chatarrita" no está mal. Lo que está mal es que esto se vuelva continuo y luego los niños solo los busquen por esto porque se pierde la complicidad padre que puede desarrollarse entre ellos y además los confundimos mandándoles mensajes completamente contradictorios.

En conclusión, desde mi perspectiva, me parece maravilloso que tengan sus momentos de recreo con los abuelos, que lleven una relación maravillosa que solo con ellos van a poder entablar; sin embargo, siempre es importante tener comunicación con ellos y hacerles saber de la mejor forma que su amor es indispensable para nuestros pequeños, pero que hay límites para todo y no debemos perder ese foco, ya que esto puede perjudicarlos en un futuro, o ¿ustedes qué opinan?

viernes, 21 de noviembre de 2014

¡Cuidado!... Berrinches a la vista. ¿Cómo superarlos?

Por Alejandra Sánchez*




Mi experiencia como madre ha sido  maravillosa, a través de los días  aprendo de mi hijo y voy creciendo junto con él, es la personita que más amo en la vida, es muy espontáneo, risueño, sensible, le gusta la musica (es  rockero) me encanta que a esta edad todo le sorprende.

Para Pepe, mi esposo, y para mí ha sido un poco difícil (claro, nadie dijo que fuera fácil), por que está en la edad de los berrinches.

Les comparto algunos tips que me han funcionado para enfrentar este tema:

1. Le dedicamos tiempo sólo a él. Jugamos, cantamos, bailamos nos tiramos en el piso, pintamos, hacemos lo que él quiere.

2. Todo le explico. Si vamos al súper, le platico lo que vamos a comprar, o cuando vamos a las vacunas le platico lo que le van hacer y el porqué.

3. Siempre le pregunto qué quiere. Es importante su opinión y que tome desiciones. Ejemplo: en la comida, en la ropa que le voy a poner o en la que le vamos a comprar, en los jugutes y en todo lo que sea para él (siempre le doy 2 o 3 opciones).

4. Todo le cumplo, sea premio o castigo. Por que también hay que castigarlos a su edad. Ejemplo: "tiempo fuera" significa que no jugara, no verá tv y no hará nada durante un minuto aunque llore y grite.

5. Le pongo límites. Este me ha funcionado cuando empieza el berrinche:  le explico la situación (el porque no esta bien o no se puede), si no entiende le vuelvo a explicar y le cuento 1, si insiste le explico nuevamente y le cuento 2, si sigue con el berrinche le explico una última vez y le cuento 3. 
Si él sigue con el berrinche lo cargo y le digo que habrá 'tiempo fuera" pasando el tiempo fuera me acerco a él sólo le digo "que no vuelva a pasar ok"  olvidamos la situación y lo abrazo.
El "tiempo fuera" se aplica 1 minuto por los años de cada niñ@.

6. Hacemos tratos y los cumplimos.

7. Lo dejó que me ayude a lo que estoy haciendo.

8.  Le doy su espacio.

9. Lo dejo que juegue como él quiera y  con lo que quiera (claro de sus juguetes).

10. Lo llevamos a la cama, le rezamos y estamos con él hasta que se duerme. Gracias a esto nos ha ayudado a que Luisin sea más seguro, más independiente y nos es un poco más fácil que entienda cuando le explicamos las cosas.

Gracias a esta  bendición, soy inmensamente feliz.


*Soy Alejandra Sánchez de 34 años, Educadora, actualmente laboro en el área administrativa de una empresa,  mamá de Luis Alberto de 1 año 7 meses y  estar con mi hijo es lo que mas disfruto en la vida.

Felicidad y Fuerza

Karina Andrew*




El 9 de mayo de 2013 mi vida dio un giro de 360 grados y entendí el verdadero significado del 17 de Noviembre, el Día Mundial del Bebé Prematuro. Iñaki, mi hijo, es un digno representante de ello.

Me invadió el temor de esta condición y con ello todas las preguntas del mundo habitaban 24 horas a mi cabeza.

Sin embargo, cuando Iñaki y yo estuvimos juntos por primera vez en ese abrazo que duró sólo unos minutos, supe que había dado vida a un guerrero que lucharía con todas sus fuerzas por superar eso… ser un bebé prematuro.

Las razones por las que adelantó su llegada, medicamente son muchas… que si la preeclampsia, que si la presión alta y tantos y tantos términos médicos que escuchas por primera vez y sólo te infunden eso… temor

Sin embargo, yo me quedo la mejor explicación que  me ha demostrado todos los días… El amor.
Sé que adelantó su llegada porque ya deseaba estar en mis brazos. 

Historias en el hospital escuché muchas… y en cada visita al cunero, las caras de todas las mamás que esperábamos puntualmente que dieran las 12 hrs para entrar a visita, eran las mismas.

Tan diferentes e iguales a la vez, las mismas facciones, miradas, movimiento de manos, el semblante…y hasta la misma respiración… temor y esperanza por recibir el parte médico del día.

Observar cómo en el cunero de "parto normal" las mamás entraban y abrazaban a enormes bebés y de fuertes llantos… era envidiable.

Siempre mantuve la fe porque al entrar, (después de ponerme la bata esterilizada, lavarme la manos hasta los codos, con el jabón especial y todas las indicaciones dadas), el doctor me diera "buenas noticias".

Algunas mamás los tocaban con un dedo, otras, sólo le hablaban…Yo quería comérmelo a besos…a ese ‘pedacito de carne’ lo tocaba completito, le hablaba, le cantaba.

"Mi amor, aquí estoy como siempre, te amo. Todos te esperan en casa", palabras y cantos que reconocía, porque sabía que yo era su mamá y que lo amaba.

Había bebés que llevaban más de dos meses ahí, con altas y bajas sólo por una razón, porque fueron prematuros.

El 15 de mayo, llegué tarde a la visita, y al llegar el pediatra sólo me preguntó: ¿Trae su ropa y papeles? Contesté un "Sí", con mucho miedo…

Pase a vestirlo mami, hoy se lleva a su bebé a casa; las lágrimas salieron y sólo dije: ¡Mil gracias!

Iñaki sólo estuvo 5 días en el hospital y aunque la ropita le quedaba enorme… salió en mis brazos, tan sano como un "bebé normal".

Hoy grita, sonríe, se enoja y me besa, como un "bebé normal"… pero Iñaki siempre sabrá que Dios lo mandó antes, que fue un ¡Hermoso bebé prematuro!


*Periodista. Todos los días protagonizo la mejor aventura de la mano del amor de mi vida, ¡Mi hijo!

Mamá de Gemelas. Amor al Cuadrado

Pao Castro*




Desde que me acuerdo, yo siempre quise ser mamá y siempre dije: “Me encantaría tener gemelos.” El 17 de febrero de 2012, el doctor vio la pantalla del ultrasonido y sólo dijo: “Son dos”. Ese día comprobé que los sueños si se hacen realidad. 

Soy una hija mayor “de libro de texto”. Uno de mis defectos es el exceso de control y estructura. Yo tenía la vida planeada “by the book”: universidad, trabajo, matrimonio, bebés… Y entonces Dios me regaló una gran lección y quiso que ese embarazo tan planeado se demorara un poco, para que yo aprendiera que ni puedo, ni debo controlarlo todo. Cuando bajé la guardia y entendí que era Él y no yo quien decidiría el mejor momento para que me convirtiera en mamá, sucedió mi gran milagro.

Ustedes que son mamás saben lo indescriptible que es el llevar un ser creciendo dentro de una. Yo aún me maravillo al pensar que hubo tres corazones latiendo adentro de mí durante 36 semanas y 1 día. 

Supimos desde la semana 16 que estábamos esperando dos niñas; ese mismo día decidimos sus nombres y quién era quién, dentro de mi panza: con la cabeza abajo y los pies en mi costado estaba Andrea y con la cabeza en mis costillas y los pies en la cabeza de su hermana, estaba María José.

Disfruté muchísimo de mi embarazo, aun cuando debo aceptar que sí hubo momentos difíciles en los que me abrumaba la idea de la responsabilidad de tener a dos bebés al mismo tiempo y días en los que las hormonas me jugaban malas pasadas y me dedicaba a llorar sin razón aparente. Tuve que bajar mi ritmo de vida, trabajar algunos días de la semana desde casa, manejar menos, comer mejor y aprender a cuidar de mí, para cuidar a mis bebés. 

Me convertí en mamá de Andrea y María José el 16 de septiembre de 2012 a las 15:20 y 15:22 horas, respectivamente. Las tuve por “cesárea respetada” como la llamo yo. Hubo un ambiente hermoso, los doctores me explicaron cada paso de lo que estaba sucediendo y cuando mis bebés nacieron, se hizo un silencio de paz para recibir a estos nuevos angelitos al mundo.

Han pasado 2 años y 3 meses desde ese día. Hoy soy otra persona. Me convertí en mamá de tiempo y vivo en un estado permanente de ojeras, corazón inflamado de amor, poco tiempo para descansar, pero muchos bracitos alrededor de mi cuello… He vivido momentos hermosos, otros difíciles y he reído y llorado (a veces al mismo tiempo) muchas veces. 

Los terribles dos se han apoderado de nuestra casa, igual que las muñecas, los ponys, las carriolas y cunas de juguete. Todo, multiplicado por dos. Mis hijas son activas, sanas, alegres, sensibles, cariñosas y extremadamente inteligentes. La vida con ellas es divertida, agotadora, estresante y entretenida al mismo tiempo. 

Tener gemelos suena a fantasía para algunos papás… Yo siempre dije que quería tener gemelos y cuando se cumplió, no cabía de emoción e ilusión total. No tenía ni idea de lo que iba a enfrentar con dos recién nacidas. Hoy que esos días y noches sin dormir han pasado, los recuerdo con nostalgia y me preparo cada noche para amanecer a un nuevo día en el que, de nuevo, no sé a qué me voy a enfrentar con mis dos hermosas princesas. 

Ser mamá es por sí mismo especial y maravilloso. Ser mamá de gemelas le agrega una cereza deliciosa a este pastel. No es nada fácil y no hay ni un día en el que no quiera rendirme al menos una vez, pero tengo cuatro bracitos, manitas, piernitas, piecitos y ojitos que me sostienen y me vuelven a levantar. 

Mis hijas me han regalado experiencias increíbles, nuevas mejores amigas, mi reencuentro con la pasión por escribir y con ello, el placer de conocer a muchas mamás con las que compartir la deliciosa aventura que es la maternidad.

¡Gracias por ser una de ellas!

*Nueva mamá de gemelas, comunicóloga amante de los libros, los viajes y las sobremesas. Encontré en el blogging la terapia gratuita que necesitaba y comparto anécdotas, experiencias, reflexiones y descubrimientos de esta nueva aventura de ser mamá. Sígueme también en Baby Center en Español!
Te espero para conocernos y platicar en Twitter @La_New , Facebook https://www.facebook.com/BlogLaNew y mi blog: https://lanew79.wordpress.com 

jueves, 20 de noviembre de 2014

Porque corregir también es amar

Por Sonia Soto Maya




Siempre que veía en la calle a un niño llorar hasta el cansancio e incluso arrastrarse porque su mamá no había cumplido alguno de sus deseos pensaba que cómo era posible que no pudiera controlarlo. 

También pedí con todas mis fuerzas nunca a travesar por una situación así.

Afortunadamente hasta ahora Ana Luisa no se ha arrastrado o me ha hecho un berrinche de esos ni en público ni a solas. Sin embargo, como toda niña tiene sus momentos, esos que por más explicaciones que le des no los haces entender.

Creo que en muchas ocasiones los adultos subestimamos a los niños, y en esa inocencia de creer que no saben lo que hacen o no entienden las implicaciones de sus actos, dejamos que nos manejen a su antojo.

Yo creo que entienden perfecto, y también estoy segura que saben de qué pie cojeamos para que con solamente poner el famoso “ojo Remi” iremos a su rescate o los complaceremos en todo.

Ahora entiendo mucho más a esas pobres mujeres que vi en la calle cuando aún no era mamá, porque controlar un berrinche no sólo es cuestión de dar una nalgada, va mucho más allá, el niño está buscando demostrar su poder y ante la impotencia y también porque no, las miradas que piden que lo calle o que le ponga un hasta aquí, las madres terminan cediendo.

Cómo entendí que en esta situación el adulto soy yo y no podía dejar que mi hija pensara que siempre sería dueña de las situaciones:

1. Primero comencé por ponerle límites. Hay una diferencia muy grande entre demostrarles amor y otra que se crean invencibles. Desde pequeños es importante enseñarles valores, de lo contrario podemos crear pequeños monstruos.

2. Después, ante alguna situación que consideraba no era correcta, le hablaba firme y explicaba las razones por las que no debía hacerlo, por supuesto, con palabras que ella entendiera.

Bajo estos dos principios he educado a mi hija y hasta el momento me ha funcionado.

Ella sabe que la quiero, pero que si hace algo que no considero adecuado hablaré con ella de forma firme y en algunas ocasiones no tendrá derecho a algo que le gusta, esa será una forma de hacerle reflexionar su error.

Me ha costado trabajo no caer ante su mirada, pero he tratado de ser firme ante una determinación. No ha sido fácil, sobre todo porque a sus cuatro años Ana Luisa ya demuestra carácter, será una mujer que no permitirá una injusticia y siempre que considera que estoy equivocada me contesta con sus argumentos, que para su edad muchas veces me sorprenden.

Las mamás de hoy además de todo nos enfrentamos a niños mucho más despiertos que no se quedan callados cuando algo no les parece, no es fácil ser la mala de la novela cuando hay que corregir o quitarle por un lapso algo que les gusta, pero siempre he creído que es mejor actuar a tiempo, para no arrepentirnos después. ¡Nadie dijo que sería fácil!

Y ustedes, ¿cómo enfrentan esos momentos?

miércoles, 19 de noviembre de 2014

La alimentación en casa, qué haces para que coman de todo

Por Merle Guadarrama 


El avioncito o el “cham-cham” pueden ser unos grandes aliados a la hora de comer con nuestros hijos. Si bien a mi no se me ha complicado aún este tema, sé que para algunas mamis es una lucha diaria. 


Considero que éste es un punto muy importante en la educación y crianza de nuestros hijos y no podemos excusarnos en decir que si no come hígado o verduras (por mencionar algunos alimentos) es porque a nosotras o al papá, abuelita y etc no les gusta. Nosotras les enseñamos y enseñaremos muchas cosas, entre ellas el comer bien y de todo. 


Quizá por nuestras labores sea muy complicado pensar qué darles de comer y saber si les está nutriendo, creánme, eso a mí sí me pasa y mucho. Todo los días me cuestiono ¿Lo estaré nutriendo?


Lo que hice cuando me comenzó a agobiar este tema fue recurrir al pediatra y pedirle que me ayudara con una guía de los alimentos que puede comer el bebé y con sus grandes ideas formé menús diarios y los viernes los bauticé “Viernes de porquerías”. 


Se han de preguntar y ¿eso qué significa? Pues bien, opté porque ese día sea el que Alonso sepa que es cuando puede comer papitas, dulces o chucherías y no toda la semana. 


Parece una locura pero me ha funcionado, cada viernes Alonso sabe que llego antes por él a la escuelita, lo llevo a comer sus papas y al parque o a jugar y por un helado, alitas (también son mi delirio) o cualquier otra “porquería” que se les ocurra.


Además procuro hacerle menús divertidos y crear figuras con los alimentos, dicen que de la vista nace el amor y de verdad sí me funciona que vea ositos, soles, corazones y demás figuritas, además de que practico palabras nuevas y así mató dos pájaros de un tiro. 


Son algunas técnicas que me han servido para que mi hijo coma, coma de todo y sobre todo se nutra peor algo que les puedo sugerir mucho es que si están teniendo problemas con este tema recurran a un nutriólogo y a su pediatra.


Recordemos que en la educación de nuestros hijos debemos formar alianza y equipo, no sabemos todo pero podemos aprender para terminar siempre con un buen sabor de boca. 

¡Ah! Les dejo algunas ideas en estas fotos y links. ¡Hasta la próxima semana!



martes, 18 de noviembre de 2014

¡Alto!... Yo soy la mamá

Por Claudia Castro




Les seré franca: cuando nació Mateo, decidí que mi esposo y yo enfrentaríamos ese momento solos. No quise irme a casa de mis papás, ni que ellos vinieran a la mía y tampoco quise recibir apoyo por parte de la familia de Juan Manuel.

No es que me sintiera autosuficiente, en esos momentos estaba muuuuy lejos de serlo. De hecho muchas veces Juan Manuel me insistió en que pensara bien esa decisión, y justo lo que me orilló a tomarla fue que yo no quería a nadie más, además de mi esposo obviamente, opinando sobre lo que tenía que hacer con mi hijo.

Generalmente los mayores, ya sean los papás, las tías, los suegros, hasta los amigos que ya pasaron por esto se sienten con la autoridad de darte consejos sobre lo que estás haciendo con tus hijos. 

Parte de la naturaleza humana es criticar todo el tiempo lo que hace el otro, asumiendo que uno lo haría mejor, o como dice el refrán “vemos la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio”.

Era claro que como madre primeriza iba a cometer muchos errores a pesar de que había consumido mucha información durante los meses previos al nacimiento de mi hijo. Lo tuve claro cuando nació Mateo y lo tengo claro ahora. 

No hay un manual de cómo ser un buen padre (¡Ojalá lo hubiera!) y las cosas que le funcionan a una mamá, no son las mismas que aplican con otra. Cada quien sus hijos, sus métodos, sus costumbres, sus hábitos, cada familia, cada papá, cada niño es diferente y qué maravilloso que exista esa diversidad.

No les voy a negar que he lidiado con comentarios como “deberías de ponerle un gorro al niño”, “no deberías dejar que tus perros se acerquen tanto a Mateo”, “deberías de dormirlo más temprano”, “no deberías de acostumbrarlo a los brazos”, “deberías de combinarle tu leche con fórmula para que se vaya acostumbrando”… ¡En fin! Y hay comentarios bien intencionados y otros que quizá no lo sean tanto y nos hacen incluso dudar de nuestra propia capacidad como  mamás.

Con apenas un año y 2 meses que llevo como mamá me queda claro que no soy perfecta, pero también que yo soy la mamá, con las responsabilidades y las consecuencias de las decisiones que esto conlleva. Y en eso es algo en lo que mi esposo y yo nos hemos puesto de acuerdo: los papás somos nosotros.

Sabemos que en nuestra casa, las reglas las ponemos él y yo, y tratamos que esos acuerdos permeen incluso hacia las personas cercanas con la educación de Mateo -como es el caso de mi papá que participa muchísimo en el cuidado del pequeño- para no desvirtuar temas tan importantes para la crianza de un hijo como lo es la autoridad.

Así que les comparto algunos tips que me han funcionado con los comentarios “metiches”:

1. No te enganches. Escucha los comentarios, buenos y positivos que te hagan, toma los buenos y ni te desgastes en responder a las críticas. Piensa que no le podrás dar gusto a los demás, pero al final, no venimos a este mundo para eso, así que qué te preocupa.

2. Establece límites. Aunque no ha sido mi caso, si considero importante que cuando algún familiar se entromete demasiado en la educación de tu hijo, de manera respetuosa le hagas saber que le agradeces su preocupación, pero tú estás consciente de lo que estás haciendo.

3. Genera acuerdos. Ya sea con tu pareja y/o las personas que están involucrados en la educación de tus hijos -como pudieran ser los abuelos- platica sobre los aspectos básicos que quieres inculcarles y cómo quieres lograrlo. Esto te ayudará a evitar que uno sea el bueno y otro el malo de la película, lo cual termina complicando la situación cuando se trata de poner límites.

4. Asume tus decisiones. Es muy fácil decir que si hiciste o dejaste de hacer fue porque te lo recomendó tu suegra. Recuerda que el hijo es tuyo y quien toma la última decisión eres tú.

5. Haz lo que te dicte tu corazón y no dudes de tu capacidad. Si tú quieres cargar a tu hijo, cárgalo todo lo que quieras, hasta que te canses. El día de mañana comenzará a caminar y a ser más independiente, o será un niño grande que no querrá seguir en los brazos de mamá.


lunes, 17 de noviembre de 2014

Razones para tener fotos de nuestros hijos

Por Rodrigo Zendejas*




Hoy en día el hombre tecnológico mínimo toma 5 fotografías de lo que hace en su día compartiéndolo en sus redes sociales o a través de mensajería instantánea, creo que ahí está la pequeña diferencia, la cercanía de los aparatos tecnológicos como querer formar parte de la tan afamada “selfie”.

Mi primer trabajo fotográfico a un baby fue un reto increíble por lo que significa congelar todo lo que hace por naturalidad en un día común y corriente, un angelito que no posa y que al minuto puede sonreír y después soltar el llanto, debes también tener mucho cuidado en encontrar el ángulo perfecto y que ésta no salga fuera de foco. Una vez concluido empieza la satisfacción no sólo del trabajo hecho sino de ver los rostros de los padres.

El momento más mágico es cuando entregas las fotografías a los papis y el bebé empieza a señalar y reconocerse en el cuadro con su retrato impreso, al momento no pasa nada, sólo señala por instinto, pero en varios años apuesto que será el hombre más feliz de ver cómo era cuando tenía menos de un año de edad y las muecas increíbles que hacía y el amor y suspiros que provocaba en la gente. 

Estoy por cumplir 23 años y presiento que conforme pase el tiempo más anhelaré tener mi cuarto repleto de fotos mías cuando era un bebé (o mínimo un cajón), no es que les reproche a mis padres que no me hayan tomado tantos retratos como me hubiera gustado tener; pero analizando bien, estamos en otra era.

Tampoco es que no me haya visto cómo tenía mis facciones de bebé, tengo la foto típica de caritas, donde estoy haciendo un batidillo con la comida, saliendo de bañarme en ¡paños menores!

Soy un apasionado de la fotografía y poco a poco se ha hecho parte de mi estilo de vida. En este medio he aprendido a ver el sentimiento puro que sale de este papel que para muchos es basura, para mí un verdadero arte.

Ese soy yo, el chico que disfruta estar dando "click" al botón para que de 5 tomas tenga una preferida y la comparta con la gente y vea lo maravilloso que puede tener una fotografía y las emociones que causa a corto, mediano y largo plazo un hermoso bebé. 

Mamis y papis si aún no han tomado la decisión de hacer una sesión fotográfica a sus hijos háganlo, diría mi madre "crecen muy rápido y de la noche a la mañana son unos adultos". 

No me canso de decir que el retratar es una forma de expresarte y de ver la vida desde otro ángulo, todos pasamos por esta etapa que para mí es la más bella y la más importante para hoy en día ser lo que somos. 

Si tienen ganas de suspirar los próximos años congelen sus mejores momentos con sus bodoques lo más pronto posible.

Les dejo algunas ideas

1. ¡Verlo crecer! Sacar cada año (o cada mes durante el primer año) una fotografía del niño, en la misma fecha y en el mismo lugar, creará una bonita secuencia para admirar cómo cambia y crece el pequeño con el paso del tiempo.

2. Guardar los momentos memorables. Los cumpleaños infantiles, la caída del primer diente, el primer día en la escuela, sus primeros pasos, etc. Una imagen ayudará a retener en la memoria los instantes más significativos en la vida de un hijo.

3. Los detalles. Sus pequeñas manos o piececitos, un primer plano de sus ojos o incluso su primera herida con una tirita son algunos de los detalles que se pueden fotografiar para crear originales instantáneas.

4. Complementos perfectos. Un buen ramillete de globos, unas divertidas pompas de jabón, una cariñosa mascota o un bonito peluche son recursos que se pueden utilizar para conseguir capturas divertidas y diferentes de los más pequeños.


*Éncuentrenme en @zearvip
@capturandoamor
Instagram albertozear
https://www.behance.net/rodrigozen8b78

Cómo involucrar al papá

Por Ceci Torres





Desde que Diego llegó a nuestras vidas me llena de dudas y emoción al mismo tiempo el pensar en cómo involucrar a Jorge, mi esposo, en la educación de nuestro hijo. 

Mi mamá y mi abuela cuentan, que cuando nuestros papás o nosotros éramos chicos, no se acostumbraba que los papás se involucraran, ya que antes el rol de la mujer era únicamente el de cuidar y ver por sus hijos y por ende el del papá era proveer, cosa que quedaba muy bien definida, cada quien su chamba y ninguno se metía en los labores del otro. 

Hoy en día la situación es completamente distinta, ya que la mujer ha entrado en el rol de proveedor en los hogares y esto hace que mamá no pueda estar todo el día cuidando niños, por lo que me suena lógico que si ambos somos hoy en día proveedores, entonces ambos tengamos que entrarle también a la educación de los críos.

En mi caso desde el día que nos enteramos que íbamos a ser papás Jorge fue parte, empezamos yendo a todas las consultas con el ginecólogo juntos, de esta forma él podía ver y escuchar a Diego todo el tiempo, sé que no es lo mismo, pero el ya hacerlos parte desde el principio me parece fundamental, ellos son parte de estos pedacitos de amor que salen de nosotros, así que ellos también tienen derecho a estar y ser parte de todo lo que atañe a ellos. 

Ya que Diego llegó a casa pues no fue tan fácil como las consultas, pues a la semana Jorge regresó a trabajar y el día a día de él seguía siendo completamente igual, mientras que yo tratando de entender de qué se trataba el nuevo papel de mamá, cosa que de inicio es sumamente difícil. 

En fin, la forma que yo encontré de involucrarlo, fue pedirle que por las noches que llegara él bañara a Diego y le diera la última toma de la noche. 

Esto a nosotros nos funcionaba, pero tengo amigas que me cuentan que lo que ellos hacían era que se turnaban para darle de comer al bebé, ella se sacaba la leche y la toma que ella no le daba, él la aplicaba con la mamila, cosa que me pareció una buena idea, ya que de esta forma se puede trabajar en equipo y descansar de igual forma.

Otra forma de involucrarlo era que los fines de semana que estaba más al 100, él pudiera hacer más actividades como cambiarle el pañal, darle de comer, etc. Creo que esta fórmula hasta hoy en día funciona muy bien, pues el vínculo entre ellos en sus momentos se volvieron importantes y es como tal SU MOMENTO, ellos se disfrutan y uno puede relajarse un rato.

Hablarle de lo que papá  hace cuando él no está creo que es algo que también funciona, si el niñ@ entiende que papá está trabajando, pero cuando él regrese puede jugar, platicar, etc, ellos saben que pueden contar con papá y papá al ver que ellos lo entienden y lo esperan para recibirlo, los motiva.

Yo veo la cara de Diego cuando papá llega y la cara de Jorge cuando Diego lo recibe, y la sonrisa y emoción de ambos no la cambio por nada, se ansían mutuamente y eso hace que él se quiera seguir involucrando.

¿Tú qué haces para involucrar a tu pareja? Escríbenos, platícanos tu historia.


domingo, 16 de noviembre de 2014

Las garras de Mateo

Por Juan Manuel Anguiano*




Veo las manos de mi hijo dormido y son como las garras de un tigre o un león cachorro, que aunque son de tamaño pequeño, denotan el poder y la fuerza que tendrán en unos años. Lo he notado desde que estaba muy pequeño, sus manos son fuertes y amplias. Decía mi abuela que la gente de manos grandes es gente trabajadora, yo espero que el adagio sea un vaticinio también de mucha prosperidad y abundancia.

Pero ya me estoy desviando, comencé hablando de las manos de Mateo porque quiero decir que me hace muy feliz jugar con él jalarlo, cargarlo, aventarlo, rodarlo y todo lo que hacemos, que suele ser mucho de contacto físico, desde un abrazo hasta una guerrita en la cama.

Ver crecer a nuestros hijos es un privilegio que muchas veces –por las preocupaciones y ocupaciones de la vida diaria- no nos damos el tiempo de valorar a cabalidad. 

Jugar con ellos y ver como cada día aprenden cosas nuevas es realmente una bendición. Son nuestros cachorros, literal, nuestras crías, a quienes debemos procurarles no sólo los cuidados necesarios para que no se accidenten ni se lastimen, sino sobre todo nuestro amor y dedicación para que puedan crecer no sólo en talla y peso, sino también en generosidad, en autoconocimiento, en plenitud, en disfrute.

Veo las garras de Mateo mientras duerme y pienso que en algunos años será más alto que yo. De ser padre, aunque raro, ver que tu hijo te rebasa y te deja atrás. Es la ley de la vida. A nosotros nos toca hoy hacer el relevo y tratar de corresponder lo mejor que podamos a todos los cuidados que nuestros papás nos prodigaron.

Mis papás han sido extraordinarios, y realmente dejaron la vara muy alta. Recuerdo que un día cuando era un adolescente le dije a mi papá que me sentiría realizado si algún día mis propios hijos –si es que los tenía- podrían sentir el mismo amor, admiración y respeto que yo sentía hacia él. Se rio medio incómodo, porque es un hombre al que no le gusta mucho recibir adulaciones, pero se lo dije con toda honestidad. Hoy que veo los retos que implica ser papá pienso en él y lo admiro aún más.

Quizá él también veía mis manos como yo ahora veo las de Mateo y reflexionaba sobre lo que yo sería cuando creciera.

No sé si lo que he hecho en mi vida esté lejos o cerca de esa idea –ellos siempre fueron y han sido  muy respetuosos de las decisiones que tomamos mi hermano y yo- pero lo que sí puedo decir es que hoy más que nunca lo entiendo y hoy más que nunca quiero ser como él. 

Hoy quiero que mi hijo cuando tenga 37 años una tarde cualquiera se siente a pensar en lo que ha sido su vida y quizá, con algo de suerte, vea a su propio hijo dormido y piense en su futuro, recordando los momentos en que su viejo jugaba con él en la cama, desgranando risas como si el tiempo fuera infinito y el mundo no fuera otra cosa que un gran patio de juegos.


*Periodista y consultor en temas de comunicación, relación con medios y manejo de crisis. Creo firmemente en que somos más los buenos y que sacaremos adelante a este país, por nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos.



viernes, 14 de noviembre de 2014

10 cosas que aprendí cuando dejé de gritarles a mis hijos




Alguien me preguntó este fin de semana pasado, “¿cuáles fueron tus conclusiones por no gritar durante un año? ¿Has aprendido algo?” Eh, muy buena pregunta. Y me hizo pensar: “Bueno, ¿qué aprendí?” Voy a decir esto: aprendí mucho, mucho más de lo que puede caber en una posible entrada en el blog! Así que quiero compartir con ustedes las 10 mejores cosas que he aprendido de mi “Desafío Rinoceronte naranja” donde me prometí no gritar a mis 4 niños durante 365 días seguidos.

1. Gritar no es la única cosa que no he hecho en un año (399 días para ser exactos!)
Tampoco he ido a la cama con un pozo desgarrador en mi estómago porque me sentía como la peor madre del mundo. No he gritado a mi marido a quien le gritaba una y otra vez. Y no he oído a mis hijos gritar: “Tú eres la peor mamá en el mundo, no te quiero más!” Sí, aprendí realmente rápido que es mucho mejor no gritar!

2. Mis hijos son mi público más importante.
Cuando tuve mi “epifanía no más gritos,” me di cuenta de que yo no grito en presencia de los demás, porque quiero que crean que soy una madre amorosa y paciente. La verdad es que yo ya era así pero rara vez cuando estaba sola, siempre cuando estaba en público con una audiencia para juzgarme. ¡Esto debería ser al revés en realidad! Siempre tengo un público – mis cuatro chicos siempre me miran y ellos son la audiencia que más me importa-, que son a quienes yo quiero mostrar lo amorosa, paciente y “libre-de-gritos” que puedo ser. Quiero que mis hijos me juzguen y proclamen: “Mi mamá es la mejor mamá del mundo!” Recuerdo esto cada vez que estoy en casa y pienso que no puedo perder la cabeza, obviamente no puedo … ¡ya lo haré fuera de casa todo el tiempo !

3. Los niños son niños, y no sólo los niños, la gente también.
Al igual que yo, mis hijos tienen días buenos y días malos. Algunos días son agradables y dulces y escuchan muy bien, otros días son gruñones y difíciles. Por cierto, yo soy siempre dulce y nunca difícil. Siempre. ¡Ja! Y como todos los niños, mis hijos son difíciles, a veces, se niegan a ponerse sus zapatos, y pintan la pared, sobre todo si se trata del nuevo papel de pared que a mamá tanto le gusta. Así que sí, tengo que revisar mis expectativas y recordar que mis hijos son niños: ellos todavía están aprendiendo, siguen creciendo, y todavía tienen que encontrar la manera de manejar el despertarse con el pie izquierdo. Cuando se “equivocan” tengo que recordar que no sólo no ayudan los gritos, sino que como yo, no les gusta que les griten!

4. No siempre puedo controlar las acciones de mis hijos, pero siempre puedo controlar mi reacción.
Puedo hacer mi mejor esfuerzo para seguir todos los trucos de crianza del mundo para tener a los niños bien disciplinados, pero ya que mis hijos son niños, ellos no van a hacer siempre lo que quiero. Puedo decidir si me dan ganas de gritar “¡recoge tus Legos!”  cuando ellos no escuchan o si quiero irme lejos por un segundo, recuperar la compostura haciendo algunos saltos, y luego regresar con un nuevo enfoque. PD: el irse y tomar un respiro en realidad puede obtener los Legos recogido más rápido que gritar.

5. Gritar no funciona.
Hubo numerosas ocasiones en que quería dejar mi “Desafío rinoceronte naranja” cuando pensaba “gritar sería más fácil que encontrar respiraciones profundas y alternativas creativas”. Pero yo era consciente. Desde el principio, he aprendido que gritar simplemente no funciona, eso sólo hace que las cosas salgan de control y hace que sea difícil para mis hijos para que oigan lo que quiero que aprendan. ¿Cómo pueden escucharme claramente decir “Date prisa, cojan sus mochilas, sus zapatos, sus chaquetas, no se peleen entre sí, vayan más rápido y háganlo todo ustedes solos!” cuando todo es una mezcla de intimidación y órdenes que hace que se pongan a llorar?

6. Momentos increíbles pueden suceder cuando no se grita.
Una noche oí pasos que venían de abajo y después de la hora de acostarse. Aunque enfurecí ya que mi “tiempo para mí” se vio interrumpido, me quedé tranquila y regresé a decirle a mi hijo  que volviera a la cama. Mientras lo metía en la cama me dijo “Mami, ¿me amarás si me voy al cielo primero, porque si vas primero, yo todavía te querré. De hecho, yo siempre te amaré. “Las lágrimas todavía vienen a mis ojos sólo de escribir esto. Puedo garantizar que si hubiera gritado “¡Vuelve a la cama!” nunca hubiéramos tenido esa dulce y tan importante conversación.

7. No gritar es difícil, pero ¡se puede!
No voy a decir que no gritar es fácil, pero conseguir ser creativo con alternativas sin duda lo hizo más fácil y más factible. Y después de gritar en el inodoro, golpear mi pecho como un gorila, cantar Lalala, Lalala es el mundo de Elmo, y el uso de servilletas de color naranja en las comidas como un recordatorio de la promesa, hicieron sin duda todo mucho más fácil. Claro, me siento tonta a veces al hacer estas cosas, pero me mantienen para no dejarlo. Lo mismo ocurre con mis nuevas palabras favoritas: “por lo menos”. Estas tres pequeñas palabras me dan una gran perspectiva y me recuerdan que debo relajarme. Yo las utilizo fácilmente en cualquier situación molesta. “¡Acaba de derramar toda una jarra de leche en el suelo … por lo menos no era de cristal y por lo menos estaba tratando de ayudar!”

8. Muchas veces, yo soy el problema, no mis hijos.
La línea de ruptura, “No eres tú, soy yo” suena incómodamente cierta cuando el aprendizaje es no gritar. Rápidamente me di cuenta de que muchas veces he querido gritar porque me peleé con mi marido, me sentí abrumada por mi lista de tareas pendientes, estaba cansada o era esa época del mes, no porque los niños se comportaran “mal.” También me di cuenta del reconocimiento de mis disparadores personales diciendo en voz alta: “Rinoceronte naranja, tienes el SPM (síndrome pre menstrual) y necesitas chocolate, tú no estás enojada con los niños, no grites” funciona muy bien para mantener a raya los gritos.

9. Cuidar de mí me ayuda a no gritar.
Siempre fui muy buena para cuidar de los demás, sin embargo, no siempre era buena en el cuidado de mí misma hasta ahora. Una vez que me di cuenta de que los desencadenantes personales, como sentirse con sobrepeso, sentirse desconectada de los amigos, y sentirse exhausta me predisponían a gritar, y empecé a cuidar de mí. Empecé a ir a la cama temprano, priorizando el ejercicio, tratando de llamar a un amigo un día y lo más importante, me empecé a decir que está bien que no sea perfecto. Cuidar de mí no sólo me ayuda a no gritar, sino también me hace más feliz, más relajada y más amorosa. Ah, los beneficios de no gritar se extienden mucho más allá de ser padres! No hay duda de que estoy haciendo una mejor crianza de mis hijos y en lo personal,  ahora que no me grito. Sólo por nombrar algunos de los beneficios inesperados de no gritar: Hago más actos de bondad al azar, puedo manejar situaciones estresantes con más gracia, y me comunico con más amor con mi marido.

10. No gritar se siente increíble.
Ahora que he dejado de gritar, no sólo me siento más feliz y más tranquila, también me siento más ligera. Me voy a la cama libre de culpa (a excepción de la galleta extra que comí ese día) y despierto con más confianza en que puedo ser una madre con una mayor comprensión de mis hijos, mis necesidades, y cómo ser más amorosa y paciente. Y estoy bastante segura de que mis hijos se sienten más felices y más tranquilos también. Sé que todo el mundo quiere leer, “dejé de gritar, y no sólo me siento muy bien, sino también mis hijos son ahora más tranquilos y perfectamente atendidos.” Bueno, no lo son. Ellos siguen siendo niños. Pero, las rabietas son más cortas y algunas se evitan completamente. Ahora que estoy más tranquila, puedo pensar más racionalmente para resolver problemas potenciales antes de que me venga una crisis. Pero olviden por un segundo que los niños se comporten perfectamente. Definitivamente, mis hijos son más amorosos hacia mí, y ahora me dicen muy a menudo “Te amo mamá Rinoceronte Naranja” y eso se siente impresionante, se siente fenomenal.


Fuente

Los remedios de las bisabuelas

Por Clara Zepeda*




Se acercaba la Semana Mayor, como la llama la religión católica, cuando María José comenzó a presentar fuertes cuadros de fiebre, alrededor de 39 grados. El miércoles santo Majo ya no fue a la guardería, sino a urgencias en el hospital donde nació en enero de 2013.

Le diagnosticaron una fuerte infección en la garganta; pero le mandaron hacer unos estudios de orina para descartar algunas otras infecciones, los cuales no revelaban ninguna alteración.

En el día, Majo jugaba con desgane y se le comenzaron a hundir sus ojos; de ratos regresaba la fiebre, habría que bajársela dándole baños con agua tibia. Dos madrugadas molestamos a la doctora llamándola a su celular, pero no nos resolvía nada.

Los familiares de mi esposo y mis familiares, principalmente nuestros padres, comenzaron a preocuparse, Majo parecía apagarse y no sabíamos qué le estaba pasando, la medicina no le hacía efecto.

Llegó el viernes santo y Majo parecía recuperarse, pero seguía débil y sin probar  mucho bocado.

Una tía había llegado de Dolores, Hidalgo a visitar a su hija, quien vive muy cerca de la casa de mis padres. Fue mi mamá quien se encontró a mi tía Rosa en la calle. Le platicó que mi hija estaba enferma y que la medicina no le hacía nada.

Mi mamá inmediatamente me llamó para que llevara a Majo a su casa y mi tía Rosa la curara de empacho y después de espanto. No era nada nuevo para mi estos conceptos, mis cinco sobrinos de alguna manera los curaron de eso cuando eran bebés.

No dude ni un minuto, tome a Majo, unos pañales y una muda de ropa y corrí a casa de mis papás. Tenía que buscar otra opción, curarla de empacho o espanto, no le iba a afectar y necesitábamos levantar a Majo.

Cuando llegué a casa de mis papás, mi mamá ya tenia el pan puerco, el aceite de olivo y el te de limón ya listos.

Para muchos doctores no existe el empacho, creen que son inventos de nuestras abuelas, bisabuelas y tatarabuelas; sin embargo, yo si creo que el empacho puede deteriorar la salud de las criaturas.

Comenzó a sobar el estómago de Majo con pan puerco, después su espalda y llegó el famoso “tronar su espinacito” y sí que tronó. Le ofrecieron el aceite de oliva y el té de limón. 

La dieta era, sopa de fideo con caldo de pollo y una alita de pollo desmenuzada. Así fueron tres días. 

Yo tenía fe de que algo podría ayudar a mejorar la salud de Majo, pero mi esposo estaba incrédulo, siguiendo la opinión de los doctores.

Y sucedió, Majo comió su sopita y comenzó a levantarse. “Es una maravilla el pan puerco”, pensé. 

Las medicinas que le habían recetado los médicos no surtieron el efecto que tuvo sus curaciones de empacho durante tres días.

La explicación de mi tía Rosa fue que los bebés se empachan con su propia saliva cuando les están saliendo sus dientes. Y a Majo se le vinieron cuatro de un jalón.

Un día después de que terminó con su curación de empacho, vino la del espanto, con un huevo y un poco de loción, mientras se reza el Credo. Le colocaron un listón rojo en su pie y en su muñeca.

Majo comenzó a dormir tranquila, a recuperar su color y a volver a correr y a escalar sillones.

No lo sé de cierto, pero pienso que los remedios de nuestras abuelas tienen su razón de ser, las cuales se pueden complementar con la ciencia de los doctores.

No obstante, considero que no hay que cerrarse a experimentar las curaciones de empacho o de espanto. Uno se puede llevar una grata sorpresa y ayudar a que nuestros bebés no la pasen mal, ya que no nos pueden decir qué les duele o molesta.


*Como lo describiría mi heroína favorita (Mafalda): María José y yo nos graduamos el mismo día.
Soy reportera de la fuente financiera y amante de la novela policíaca.