jueves, 20 de noviembre de 2014

Porque corregir también es amar

Por Sonia Soto Maya




Siempre que veía en la calle a un niño llorar hasta el cansancio e incluso arrastrarse porque su mamá no había cumplido alguno de sus deseos pensaba que cómo era posible que no pudiera controlarlo. 

También pedí con todas mis fuerzas nunca a travesar por una situación así.

Afortunadamente hasta ahora Ana Luisa no se ha arrastrado o me ha hecho un berrinche de esos ni en público ni a solas. Sin embargo, como toda niña tiene sus momentos, esos que por más explicaciones que le des no los haces entender.

Creo que en muchas ocasiones los adultos subestimamos a los niños, y en esa inocencia de creer que no saben lo que hacen o no entienden las implicaciones de sus actos, dejamos que nos manejen a su antojo.

Yo creo que entienden perfecto, y también estoy segura que saben de qué pie cojeamos para que con solamente poner el famoso “ojo Remi” iremos a su rescate o los complaceremos en todo.

Ahora entiendo mucho más a esas pobres mujeres que vi en la calle cuando aún no era mamá, porque controlar un berrinche no sólo es cuestión de dar una nalgada, va mucho más allá, el niño está buscando demostrar su poder y ante la impotencia y también porque no, las miradas que piden que lo calle o que le ponga un hasta aquí, las madres terminan cediendo.

Cómo entendí que en esta situación el adulto soy yo y no podía dejar que mi hija pensara que siempre sería dueña de las situaciones:

1. Primero comencé por ponerle límites. Hay una diferencia muy grande entre demostrarles amor y otra que se crean invencibles. Desde pequeños es importante enseñarles valores, de lo contrario podemos crear pequeños monstruos.

2. Después, ante alguna situación que consideraba no era correcta, le hablaba firme y explicaba las razones por las que no debía hacerlo, por supuesto, con palabras que ella entendiera.

Bajo estos dos principios he educado a mi hija y hasta el momento me ha funcionado.

Ella sabe que la quiero, pero que si hace algo que no considero adecuado hablaré con ella de forma firme y en algunas ocasiones no tendrá derecho a algo que le gusta, esa será una forma de hacerle reflexionar su error.

Me ha costado trabajo no caer ante su mirada, pero he tratado de ser firme ante una determinación. No ha sido fácil, sobre todo porque a sus cuatro años Ana Luisa ya demuestra carácter, será una mujer que no permitirá una injusticia y siempre que considera que estoy equivocada me contesta con sus argumentos, que para su edad muchas veces me sorprenden.

Las mamás de hoy además de todo nos enfrentamos a niños mucho más despiertos que no se quedan callados cuando algo no les parece, no es fácil ser la mala de la novela cuando hay que corregir o quitarle por un lapso algo que les gusta, pero siempre he creído que es mejor actuar a tiempo, para no arrepentirnos después. ¡Nadie dijo que sería fácil!

Y ustedes, ¿cómo enfrentan esos momentos?

No hay comentarios.:

Publicar un comentario