viernes, 14 de noviembre de 2014

Lección de vida

Por Lau Navarrete*




¡Tenía 17 años y esperaba un bebé! 

Todo pasaba por mi mente, menos miedo, quizá era la edad o la propia inmadurez, no obstante, yo me sentía la mujer más feliz del mundo. 

Fue un embarazo hermoso, sin contratiempos y al fin, llegó tan acariciado día: Un martes 16 de abril nació mi primer hijo –jamás imaginé el giro que daría mi vida-; solo que nació con la cabeza pequeña, microcefalea dijeron los doctores en la clínica donde nació. 

No entendía nada, no sabía a dónde ir, qué hacer, terminé por desmoronarme cuando escucho a otro doctor decir que tenía parálisis cerebral.

Cuando lo tuve por primera vez en mis brazos, lo miré lenta y cuidadosamente, si era notorio lo pequeño de su cabeza, sin embargo, sus dulces ojos me atraparon y aunque tardé en dimensionar lo que a partir de ese momento serían nuestras vidas, terminé por aceptar amorosamente mi destino.

 No fue fácil abrirnos caminos, no había ni la información, ni los apoyos que hay ahora; en esos años no se hablaba de Discapacidad, ni había la sensibilidad que ahora existe. 

Los siguientes 7 años estuvieron llenos de retos, de obstáculos, de constante aprendizaje y también de escasos logros, aunque él siempre mostró una fuerza inquebrantable, era muy listo y sumamente sensible. 

Cuando yo sentía desfallecer, bastaba una sonrisa y mirarme en sus hermosos ojos para continuar. 

Han pasado 22 años y lo sigo recordando como si fuera ayer; mi corazón aún puede sentir su presencia y puedo percibir su olor.

Así estaba escrito, así lo acepté, así lo amé, así lo viví y así lo disfruté y hoy, a mis 47 años, no cambio por nada esa enorme OPORTUNIDAD de evolución y de aprendizaje que me fue otorgada. Me llamo Laura y así fue mi primer encuentro con la maternidad.



*Soy mamá y papá. Trabajo en una Asociación que promueve y fomenta la lectura infantil y juvenil. Me apasiona el tema de la conducta humana y disfruto mucho hacer algo bueno por alguien.


1 comentario:

  1. Laura, siempre he creído que Dios envía a sus Angeles más especiales a este mundo para que nos enseñen el valor y la fortaleza. Y esos angelitos necesitan ser cuidados por seres únicos, así como tú. Mi respeto, mi admiración y mi agradecimiento por ser una valiente que nos enseña tanto.

    ResponderBorrar